Ese hombrecito que caminaba 7 mil kilómetros por año, aún tuvo tiempo para la vida literaria. Leyó no
menos de 1.200 volúmenes, la mayor parte de ellos mientras andaba a caballo. Escribió una gramática
hebrea, otra latina y otras más de francés e inglés. Sirvió durante muchos años como redactor de un
periódico de 56 páginas. El diccionario completo de la lengua inglesa, que él compiló, fue muy popular, y
su comentario sobre el Nuevo Testamento todavía tiene una gran circulación. Escogió una biblioteca de
50 volúmenes que revisó y volvió a publicar compendiada en una obra de 30 volúmenes. El libro que
escribió sobre la filosofía natural tuvo una gran aceptación entre el ministerio. Compiló una obra de cuatro
volúmenes sobre la historia de la iglesia. Escribió y publicó un libro sobre la historia de Roma y otro
sobre Inglaterra. Preparó y publicó tres volúmenes sobre medicina y seis de música para los cultos.
Después de su experiencia que tuvo lugar en Fetter Lane, él y su hermano Carlos escribieron y publicaron
54 himnarios. Se dice que en total escribió más de 230 libros.
Ese hombre de físico endeble, poco antes de cumplir 88 años escribió: "Hasta después de los 86 años no
he sentido ningún achaque propio de la vejez; mis ojos nunca se nublaron, ni perdí mi vigor." A los 70
años predicó ante un auditorio de 30 mil personas, al aire libre, y fue escuchado por todos. A los 86 años
hizo un viaje a Irlanda, donde, además de predicar seis veces al aire libre, predicó cien veces en sesenta
ciudades. Uno de sus oyentes al referirse a Wesley dijo: "Su espíritu era tan vivo como a los 53 años,
cuando lo encontré por la primera vez."
Su salud la atribuyó a la observancia de las siguientes reglas:
"(1) Al ejercicio constante y al aire fresco.
(2) Al hecho de que nunca, ni enfermo ni con salud, ni en tierra ni en el mar, perdió una noche de
sueño desde su nacimiento.
(3) A su fácil disposición para dormir, de día o de noche, al sentirse cansado.
(4) A levantarse por más de sesenta años a las cuatro de la mañana.
(5) A la costumbre de predicar siempre a las cinco de la mañana durante más de cincuenta años.
(6) Al hecho de que casi nunca sufrió dolores, desánimo o enfermedad de cuidado durante toda su
vida."
No nos debemos olvidar de la fuente de ese vigor que Juan Wesley poseía. Pasaba dos horas diarias o
más en oración. Iniciaba el día a las cuatro de la mañana. Cierto creyente que lo conocía íntimamente,
escribió así acerca de él: "Consideraba a la oración como lo más importante de su vida y lo he visto salir
de su cuarto con el alma tan serena, que ésta se reflejaba en su rostro el cual brillaba."
Ninguna historia de la vida de Juan Wesley estaría completa si no se mencionasen los cultos de vigilia
que se realizaban una vez por mes entre los creyentes. Esos cultos se iniciaban a las ocho de la noche y
continuaban hasta después de la medianoche —o hasta que descendiese el Espíritu Santo sobre ellos.
Tales cultos se basaban en las referencias que hace el Nuevo Testamento a noches enteras pasadas en
oración. En efecto, alguien hizo el siguiente comentario sobre este asunto: "Se explica el poder de Wesley
por el hecho de que él era un homo uníus libri, es decir, un hombre de un solo libro, y ese Libro era la
Biblia."
Wesley escribió poco antes de su muerte: "Hoy pasamos el día en ayuno y oración para que Dios
extendiese su obra. Solamente nos retiramos después de una noche de vigilia, en la cual el corazón de
muchos hermanos recibió un gran consuelo."
En su diario Juan Wesley escribió entre otras cosas, lo siguiente sobre la oración y el ayuno: "Cuando yo
estudiaba en Oxford... ayunábamos los miércoles y los viernes, como hacían los creyentes primitivos en
todos los lugares. Epifanio (310-403) escribió: "¿Quién no sabe que los creyentes del mundo entero
ayunan los miércoles y los viernes? Wesley continuó: "No sé por qué ellos guardaban esos dos días, pero
es una buena regla; si a ellos les servía, también a mí. Sin embargo, no quiero dar a entender que esos dos
sean los únicos días de la semana para ayunar, pues muchas veces es necesario ayunar más de dos días. Es
muy importante que permanezcamos solos y ante la presencia de Dios cuando ayunamos y oramos, para
que podamos percibir la voluntad de Dios y El pueda guiarnos. En los días de ayuno debemos hacer todo
lo posible para permanecer alejados de nuestras amistades y de las diversiones, aun cuando éstas sean
lícitas en otras ocasiones."
El gozo que sentía al predicar al aire libre no disminuyó con la vejez; el 7 de octubre de 1790 predicó
por última vez de esa manera, sobre el texto: "El reino de Dios se ha acercado, arrepentíos, y creed en el
evangelio." La Palabra se manifestó con gran poder y las lágrimas de la gente corrían en abundancia.
Uno por uno, sus fieles compañeros de lucha, inclusive su esposa, fueron llamados para el descanso,
pero Juan Wesley continuaba trabajando. A la edad de 85 años, su hermano Carlos fue también llamado y
Juan se sentó ante la multitud, cubriendo el rostro con las manos, para esconder las lágrimas que le corrían
por el rostro. Su hermano, a quien tanto había amado por tanto tiempo, había partido y él ahora tenía que
trabajar solo.
El 2 de marzo de 1791, cuando casi iba a cumplir los 88 años, dio fin a su carrera terrestre. Durante toda
la noche anterior sus labios no cesaron de pronunciar palabras de adoración y de alabanza. Su alma se
inundó de alegría con la anticipación de las glorias del hogar eterno y exclamó: "Lo mejor de todo es que
Dios está con nosotros." Entonces, levantando la mano como si fuese la señal de la victoria, nuevamente
repitió: "Lo mejor de todo es que Dios está con nosotros." A las diez de la mañana, mientras los creyentes
rodeaban el lecho orando, él dijo: "Adiós", y así compareció a la presencia del Señor.
Un creyente que asistió a su muerte, se refirió a ese acto de la siguiente manera: "¡La presencia divina se
sentía sobre todos nosotros; no existen palabras para describir lo que vimos en su semblante! Mientras
más lo contemplábamos, más veíamos reflejado en su rostro parte del cielo indescriptible."
Se calcula que diez mil personas desfilaron ante su ataúd para ver el rostro que tenía una sonrisa
celestial. Debido a la enorme multitud que afluyó para honrarlo, fue necesario enterrarlo a las cinco de la
mañana.
Juan Wesley nació y se crió en un hogar donde no había abundancia de pan. Con la venta de los libros
que escribió, ganó una fortuna con la cual contribuía a la causa de Cristo; al fallecer, dejó en el mundo:
"dos cucharas, una tetera de plata, un abrigo viejo" y decenas de millares de almas, salvadas en una época
de tétrica decadencia espiritual.
La tea que fue arrebatada del fuego en Epworth, comenzó a arder intensamente en Aldersgate y Fetter
Lañe, y desde entonces continúa iluminando millones de almas en el mundo entero.
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