Las herramientas del carpintero tuvieron una conferencia. Ellas disputaban entre sí mismas. El hermano martillo, por supuesto, ocupaba la silla principal. Alguien dijo que él se debería ir de la iglesia pues era muy bullicioso, tenía mucho peso, y tenía una manera pesada de aplastar las ideas de los otros.
Pero él dijo: “bueno, si yo me tengo que ir de la iglesia, del taller del carpintero, la hermana lezna se tendrá que ir también. Ella no vale gran cosa. Es tan insignificante, pequeña, y de un parecer poco importante.”
Pero la hermana lezna dijo: “Si yo me tengo que ir del taller, entonces también se tiene que ir el hermano detornillador. Tienes que darle vuelta una y otra vez para que logre algo; él es muy sinuoso”.
Pero el hermano destornillador dijo: “si yo tengo que dejar el taller del carpintero, entonces pienso que el hermano nivel tendrá que irse también. Todo su trabajo es sobre la superficie. Él es muy blando, no tiene profundidad.”
Pero el hermano nivel dijo: “está bien, estoy dispuesto a dejar mi trabajo sólo si la hermana sierra renuncia también. Yo la encuentro a ella muy cortante, y tiene una tendencia a dividir en vez de unir”.
Y la hermana sierra replicó: “está bien, yo me voy, si la hermana regla se va también. Ella está siempre midiendo a todos con sus cálculos, como que si fuese el estandate perfecto. A nadie le gusta que lo traten de esa manera”.
La hermana regla, por allá atrás, entonces dijo: “bueno, yo también me quiero ir, pero si se va la hermana lija. Ella es más áspera de lo que debería ser. Siempre está rozando a las personas de una manera equivocada. Yo la encuentro muy abrasiva: ella se tiene que ir”.
En medio de la discusión, el carpintero de Nazaret entró en el taller. Él había venido para desempeñar su tarea diaria. Se puso el delantal, y empezó a hacer un púlpito. Y para hacer el púlpito utilizó el martillo, la lezna, el destornillador, el nivel, la sierra, la regla, y la lija también. Cuando al fin terminó el día, y el púlpito estuvo terminado, la hermana sierra se puso en pie y dijo: me doy cuenta de que como trabajadores, estamos juntos en el trabajo del capintero maestro. En sus manos, todos somos útiles”.
Todas las acusaciones contra cada una de las herramientas tenía algo de verdad. Pero el Carpintero usó cada una de ellas. Cada vez que él utilizó una herramienta, fue porque no había otra que tomara su lugar. Cada una de ellas era necesaria.
Amados hermanos, dejemos de buscar las faltas en los otros, y más bien sirvamos en unidad, agradeciendo a Dios los unos para con los otros.”
Pero él dijo: “bueno, si yo me tengo que ir de la iglesia, del taller del carpintero, la hermana lezna se tendrá que ir también. Ella no vale gran cosa. Es tan insignificante, pequeña, y de un parecer poco importante.”
Pero la hermana lezna dijo: “Si yo me tengo que ir del taller, entonces también se tiene que ir el hermano detornillador. Tienes que darle vuelta una y otra vez para que logre algo; él es muy sinuoso”.
Pero el hermano destornillador dijo: “si yo tengo que dejar el taller del carpintero, entonces pienso que el hermano nivel tendrá que irse también. Todo su trabajo es sobre la superficie. Él es muy blando, no tiene profundidad.”
Pero el hermano nivel dijo: “está bien, estoy dispuesto a dejar mi trabajo sólo si la hermana sierra renuncia también. Yo la encuentro a ella muy cortante, y tiene una tendencia a dividir en vez de unir”.
Y la hermana sierra replicó: “está bien, yo me voy, si la hermana regla se va también. Ella está siempre midiendo a todos con sus cálculos, como que si fuese el estandate perfecto. A nadie le gusta que lo traten de esa manera”.
La hermana regla, por allá atrás, entonces dijo: “bueno, yo también me quiero ir, pero si se va la hermana lija. Ella es más áspera de lo que debería ser. Siempre está rozando a las personas de una manera equivocada. Yo la encuentro muy abrasiva: ella se tiene que ir”.
En medio de la discusión, el carpintero de Nazaret entró en el taller. Él había venido para desempeñar su tarea diaria. Se puso el delantal, y empezó a hacer un púlpito. Y para hacer el púlpito utilizó el martillo, la lezna, el destornillador, el nivel, la sierra, la regla, y la lija también. Cuando al fin terminó el día, y el púlpito estuvo terminado, la hermana sierra se puso en pie y dijo: me doy cuenta de que como trabajadores, estamos juntos en el trabajo del capintero maestro. En sus manos, todos somos útiles”.
Todas las acusaciones contra cada una de las herramientas tenía algo de verdad. Pero el Carpintero usó cada una de ellas. Cada vez que él utilizó una herramienta, fue porque no había otra que tomara su lugar. Cada una de ellas era necesaria.
Amados hermanos, dejemos de buscar las faltas en los otros, y más bien sirvamos en unidad, agradeciendo a Dios los unos para con los otros.”
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