Cuenta la historia, que en un hogar feliz, uno de los hijos
decidió irse lejos y vivir su propia vida, abandonando injustamente su lugar e
hiriendo el corazón de su padre quien le amaba. Allá vivió por algunos años
hasta que el inesperado fracaso llegó. La enfermedad no deseada, las decisiones
tomadas sin consejo, el orgullo, la vergüenza, la soledad… Escribió una carta,
nada extensa pero clara y se la envió a su padre. La carta decía así; “Papá,
estoy arrepentido y quiero volver a casa, el domingo tomaré el tren de la tarde
que pasa por detrás de la casa. Desde la estación puedo ver el gran árbol de
nueces que plantaste en el jardín. Si me aceptas sólo cuelga un pañuelo blanco
en el árbol. Al verlo desde el tren, sabré que me has perdonado y que puedo
volver a casa. De lo contrario, simplemente seguiré de largo sin bajar: Tu
hijo”
El domingo llegó.
Aquel muchacho dudó en tomar el tren. Tanta vergüenza¸ tantas dudadas… pero
subió. El corazón le latía cada vez más fuerte mientras se acercaba; aun no
había llegado al andén cuando a lo lejos buscó aquel árbol. Su sorpresa fue
grande cuando advirtió no había un pañuelo colgado de aquel nogal, sino miles.
¡Si! Todo el gran árbol estaba cubierto de pañuelos blancos como para que no le
quedara duda alguna de que ya había perdonado. Con el rostro bañado en
lágrimas, no pudo esperar a que el tren se detuviera y bajó apresuradamente las
escaleras; corrió por el andén hasta encontrarse con su padre y se fundió en un
abrazo de reconciliación.
¿Sabes? La gran
noticia del Evangelio de Jesús es que Dios ya nos ha reconciliado en la Persona
de Cristo y Su obra en la Cruz. Lo que le corresponde ahora al hombre es
aceptar esa reconciliación. Dios te está esperando, bájate del tren en el que
viajas por la vida y corre a Su encuentro. No te arrepentirás.
que cosa tan bonita :D
ResponderEliminarDIOS LE BENDIGA MI HERMANO QUE HERMOSA ILUSTRACIÓN
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