lunes, 18 de abril de 2011

La decisión de hacer lo correcto estará siempre dentro de ti.


E
ste antiguo cuento de México nos recuerda que la honradez de un corazón tiene el poder de llevar a otros por el buen camino. Hace tiempo, durante los días del imperio Azteca, gobernaba un emperador al que a veces le gustaba disfrazarse y recorrer solo las calles de la ciudad y los caminos del campo.  Sabía que sus súbditos hablarían mucho más abiertamente y sin miedo con un simple extraño que con su propio emperador, y así se enteraba personalmente de muchas cosas acerca de su pueblo.  Un día, el emperador estaba recorriendo disfrazado los campos cuando se encontró con un pequeño campesino que recogía unos cuantos palos de leña para que su familia pudiese hacer la comida.
_Trabajas duro, pequeño amigo -dijo el emperador-, pero ahí apenas tienes madera suficiente para encender una hoguera,
_ ¿Por qué no vas a ese espeso bosque de la colina? Hay muchas ramas.  El chico negó con la cabeza. Esa colina pertenece al emperador, que lo ha reservado para sus partidas de caza. Nadie puede entrar sin su permiso y recoger madera allí significaría mi muerte instantánea.
- Sólo si te descubren -sonrió el emperador
-. Ahora el bosque está solo, podrías entrar y salir fácilmente sin que te vieran. - Gracias por el consejo, respondió el niño con frialdad, pero creo que sólo recogeré lo que hay aquí.
-¡Pero, piensa en toda la madera que va a desperdiciarse tirada en el suelo del bosque! Tu emperador debe ser un soberano egoísta y cruel si no quiere compartirla contigo.
- Es cierto que es una ley dura e injusta, dijo el niño. El emperador no usa esa madera y, aun así, se la niega a muchos que la necesitan. Pero ¿voy a actuar mal sólo porque la ley sea injusta? No entraré en el bosque, mientras haya un camino mejor.  Al día siguiente un mensajero real le ordenó a toda su familia que fuera de inmediato a palacio. Partieron llenos de miedo, temblando, incapaces de imaginar por qué los habrían llamado.  Los llevaron ante el emperador. –
 ¡Sois el que me incitaba a entrar en el bosque real! exclamó. - No temas, dijo el emperador. Te negaste a robar cuando tuviste oportunidad de hacerlo e insististe en obedecer la ley del emperador. Quiero conocer a tus padres, te han educado bien y serán recompensados. Señaló un arcón lleno de oro, el suficiente para que se olvidaran de las necesidades en su humilde hogar durante el resto de su vida. Y tenias razón en cuanto a mi ley es injusta. A partir de ahora el bosque real está abierto a todo el mundo. Tomó al niño campesino del brazo. 
-       Te preguntabas si no habría otra forma mejor: -dijo-. Sí que la había, tu virtud ha llegado al corazón del emperador.
La decisión de hacer lo correcto estará siempre dentro de ti.

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