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sta antigua historia habla del general y hombre de Estado romano Marco Atilio Régulo. Tiene lugar en el siglo III a. C., durante la primera guerra púnica entre Roma y Cartago. La leyenda de cómo Régulo mantuvo su palabra lo hizo célebre en la historia ro mana. En la otra orilla del mar, frente a Roma, hubo una vez una gran ciudad llamada Cartago. El pueblo romano nunca se llevó bien con los cartagineses y al final estalló entre ellos una guerra. Durante largo tiempo fue difícil decir quién demostraría ser más fuerte. La guerra duró muchos años, Entre los romanos había un valiente general llamado Régulo, un hombre de quien se decía que nunca había faltado a su palabra. Al cabo de un tiempo Régulo fue hecho prisionero y conducido a Cartago. Enfermo y completamente solo, soñaba con su mujer y sus hijos pequeños que tan lejos estaban, al otro lado del mar, y no tenía demasiadas esperanzas de volver a verlos. Había perdido una batalla, pero Roma ganaba terreno. Un día, algunos de los soberanos de Cartago fueron a la cárcel para hablar con Régulo.
- Queremos hacer las paces con el pueblo romano dijeron, te liberaremos y te dejaremos regresar a casa si le dices a los romanos de las batallas que has perdido y dejarles claro que no han ganado nada con esta guerra. En segundo lugar, debes prometernos que, si no quieren firmar la paz, regresarás a la cárcel.
- Queremos hacer las paces con el pueblo romano dijeron, te liberaremos y te dejaremos regresar a casa si le dices a los romanos de las batallas que has perdido y dejarles claro que no han ganado nada con esta guerra. En segundo lugar, debes prometernos que, si no quieren firmar la paz, regresarás a la cárcel.
- Muy bien, dijo Régulo. Si no desean firmar la paz regresaré a la cárcel.
Cuando llegó a Roma todo el puebl o lo recibió con alegría. Su mujer y sus hijos estaban muy felices, pues pensaban que ya no volverían a separarse. Los ancianos que dictaban las leyes de la ciudad le preguntaron por la guerra.
- Me envían desde Cartago para pedirnos que firméis la paz, dijo. Pero hacerlo no sería sensato. Es cierto que nos han derrotado en varias batallas, pero nuestro ejército gana terreno cada día. Los cartagineses están asustados. Seguid luchando un poco más y Cartago será vuestra. En cuanto a mí, he venido a despedirme. Mañana regresaré a Cartago y a la cárcel, pues lo he prometido. Deja que enviemos a otro hombre en tu lugar.
- ¿No debe un romano ser fiel a su palabra? -respondió Régulo-. Estoy enfermo y no me queda mucho tiempo de vida. Regresaré como he prometido. Se despidió de ellos y regresó con valentía a la cárcel y a la cruel muerte que lo esperaba. Ése es el tipo de valor que hizo de Roma la ciudad más grande del mundo.
Cuando
- Me envían desde Cartago para pedirnos que firméis la paz, dijo. Pero hacerlo no sería sensato. Es cierto que nos han derrotado en varias batallas, pero nuestro ejército gana terreno cada día. Los cartagineses están asustados. Seguid luchando un poco más y Cartago será vuestra. En cuanto a mí, he venido a despedirme. Mañana regresaré a Cartago y a la cárcel, pues lo he prometido. Deja que enviemos a otro hombre en tu lugar.
- ¿No debe un romano ser fiel a su palabra? -respondió Régulo-. Estoy enfermo y no me queda mucho tiempo de vida. Regresaré como he prometido. Se despidió de ellos y regresó con valentía a la cárcel y a la cruel muerte que lo esperaba. Ése es el tipo de valor que hizo de Roma la ciudad más grande del mundo.
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